domingo, 3 de noviembre de 2013

Mal de escuela


Y así sucesivamente, de la mañana a la noche, de materia en materia, de profesor en profesor, día tras día, en un exponencial de la mentira que desemboca en el famoso «¡Ha sido por mi madre!... ¡Ha muerto!», de François Truffaut. Tras esa jornada pasada mintiendo en el centro escolar, la primera pregunta que nuestro mal externo escuchará al volver a casa es el invariable:

—Bueno, ¿cómo te ha ido hoy?

—Muy bien. Nueva mentira. Que también exige ser sazonada con una pizca de verdad:

 —En historia, la profe me ha preguntado por mil quinientos quince, le he contestado que Marignan, ¡y se ha quedado muy contenta! (Así la cosa aguantará hasta mañana.)

Pero mañana también llega y las jornadas se repiten, y nuestro externo prosigue sus idas y sus venidas entre la escuela y la familia, y toda su energía mental se agota tejiendo una sutil red de pseudocoherencia entre las mentiras proferidas en la escuela y sus medias verdades servidas a la familia, entre las explicaciones proporcionadas a unos y las justificaciones presentadas a otros, entre las descripciones de los profesores que hace a los padres y las alusiones a los problemas familiares que vierte al oído de los profesores, con una pizca de verdad en las unas y las otras, siempre, pues esa gente acabará encontrándose, padres y profesores, es inevitable, y hay que pensar en ese encuentro, perfeccionar sin cesar la ficción verdadera que será el menú de esa entrevista.


He elegido este párrafo porque es un claro ejemplo de cuando en mi “juventud” trataba de mantener a mis padres contentos a base de mentiras, cuando en clase, en muchas de las asignaturas no había hecho los deberes o me habían echado de clase. Con tal de evitar la preocupación de mis padres trataba de hacerles creer que todo estaba bien y que iba progresando en el colegio. Está claro que al final se descubre la verdad y recibes un buen castigo por ello. Pero la importancia de esto es el creer que nunca te van a pillar, creerte más listo que esos adultos a los que estás engañando, y quitarte los problemas de encima rápido y sencillo. Luego te estampas con la realidad y te das cuenta que los problemas siguen ahí y solo te queda esperar a que tus padres te den una lección de madurez. Lo bueno, o no, es que aunque ves que no has tenido éxito con tu plan, no va a ser la última vez que vas a montar un teatro de marionetas para evitarte los problemas en ese mismo momento y los retrasarás lo máximo posible, incluso habrá veces que se consigue hasta evitarlo totalmente. Por lo menos esta es mi experiencia, y me hace recordar aquellos bonitos años en el instituto y los quebraderos de cabeza que les he dado a mis padres.

El libro pone en escena un entorno muy familiar para muchos de los que hemos tenido algunos problemas dentro de la escuela, en muchos aspectos te sientes identificado con el personaje protagonista de la historia, y te das cuenta de cómo ves desde otra perspectiva todos tus actos en el pasado, una perspectiva mucho más madura. El libro narra una época totalmente diferente a la vivida en mis carnes, pero sin embargo guarda mucha relación con mi experiencia. Muchos de las situaciones por las que pasa el protagonista son idénticas a mi realidad, lo que produce que me ve a mi reflejado en el personaje. Está claro que hace alusión a un gran número de la población, y muchísimos estudiantes que nunca fueron los aplicados en clase se verán reflejados en el libro, y esto de haber sido un zoquete se ve desde otra perspectiva.

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